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Ciclismo y movilidad

Bicicletas y patinetes eléctricos, de la mano en las ciudades.

Fue alrededor de 2017 cuando un nuevo tipo de vehículo empezó a proliferar por las calles. Tenía un motor, dos pequeñas ruedas y daba la impresión de ser el nuevo producto de moda para gente excéntrica que pasaría a mejor vida tan rápido como había llegado. Sin embargo, dos años después su uso no se había reducido lo más mínimo, sino que se veían incluso más por nuestras ciudades. 

Los patinetes eléctricos, conocidos legalmente como VMP (vehículos de movilidad personal) han seguido un camino muy parecido al de las bicis en su momento: empezaron siendo algo que todo el mundo quería por ser una novedad y tener un precio asequible; al ser utilizados por tanta gente distinta, muchos incautos y maleducados empezaron a generarle mal nombre por el uso inadecuado que les daban; cada vez más gente empezó a quejarse y a pedir regulaciones y la autoridad competente (DGT, Ayuntamientos) tuvo que entrar en juego.

La DGT se pronuncia.

Así, en diciembre de 2019, y a falta de una ley nacional que no parece que vaya a llegar pronto, la Dirección General de Tráfico preparó una instrucción en la que marcaba las líneas básicas a seguir en cuanto a normativa y posibles sanciones para este tipo de vehículos y sus usuarios, dejando en manos de cada Ayuntamiento los proyectos finales siempre y cuando no se desviasen de estas directrices. Básicamente, se prohibía el uso de auriculares y teléfono móvil, la utilización del VMP por más de una persona o estando bajo los efectos del alcohol o las drogas y se obligaba a llevar prendas reflectantes en momentos de poca luz, pero casi cada punto de la instrucción terminaba con un “según las ordenanzas municipales”.

Patinetes Eléctricos

Así, la responsabilidad acabó cayendo totalmente en manos de los Ayuntamientos, que poco a poco han ido preparando una serie de normas que, aunque tienen alguna diferencia según el municipio (no es lo mismo uno de 15000 habitantes que otro de un 500000), se pueden resumir de la siguiente manera:

  • Prohibición de circular por aceras.
  • Obligación de circular por carriles bici (20 km/h) y sendas ciclabes (10km/h), dando siempre prioridad a los peatones. 
  • Permiso para utilizar los VMP por calzadas en zonas 30, 20 ó 10 (siempre que no exista carril bici) y en carreteras de sentido único.
  • Prohibición de estacionar en árboles o mobiliario urbano.

Si a esto les sumamos las directrices y recomendaciones de la DGT anteriormente citadas, vemos que prácticamente tenemos delante la misma normativa por las que nos regimos los que nos movemos en bicicleta, lo que genera una pregunta: ¿hay espacio suficiente para todos? Tenemos claro que los coches circulan por la calzada y aparcan en las miles de plazas que hay disponibles y que los peatones lo hacen por la acera, pero el resto de usuarios tenemos que “pelearnos” por una superficie muy pequeña e incómoda.

Hacia un futuro más conectado.

Como casi siempre que se crean normativas de este tipo, la intención de base no es ayudar a ciclistas y demás, sino hacer que cesen las quejas de conductores y peatones; o lo que es lo mismo: no se pretende integrar a los nuevos usuarios, sino separarlos lo máximo posible para que los tradicionales mantengan sus espacios.

Es de esperar que las nuevas tendencias y la aceptación cada vez más general de la necesidad de movilidad sostenible en los núcleos urbanos haga que poco a poco esta situación vaya cambiando y que, sobre todo, se devuelva a peatones, bicicletas y VMP mucha superficie que ahora está destinada a los vehículos privados. Mientras tanto, los ciclistas tendremos que tener en cuenta que tenemos nuevos compañeros de carril bici y que, si cabe, tocará ir más atentos cuando nos movamos por la ciudad.