Con poco más de un siglo de vida, el turismo ha pasado de ser un lujo sólo al alcance de los más ricos a ser prácticamente un bien de primera necesidad para gran parte de la población mundial. Así lo atestiguan los datos económicos de esta actividad, que sólo en España representa más del 14% del Producto Interior Bruto y que es el medio de vida principal que sostiene a multitud de países a lo largo del globo.
No obstante, el turismo está ahora mismo en la mayor encrucijada a la que ha tenido que hacer frente en su historia. Desde hace algunos años se venía hablando de cómo los visitantes estaban destruyendo poco a poco hábitats y formas de vida de muchas ciudades y regiones (véase el caso de Venecia) y de la absoluta falta de sostenibilidad de esta actividad, pero a ello se ha unido ahora también el temor de mucha gente a viajar a otros lugares por culpa de los efectos de la pandemia del coronavirus.
Con esta situación, y al igual que está ocurriendo por motivos similares en las ciudades, muchas personas han decidido desempolvar la vieja bici que tenían en el garaje y han descubierto que no sólo sirve para dar paseos, sino que las posibilidades que ofrece son gigantescas. Y una de las más divertidas, agradecidas y memorables es el bikepacking.
¿Qué es el bikepacking y por qué engancha tanto?

En pocas palabras, el bikepacking consiste en cargar equipaje en nuestra bici y hacer kilómetros por la naturaleza a lo largo de varios días. Llevaremos encima comida, recambios, ropa, una tienda de campaña, un saco de dormir, utensilios de cocina… todo en un espacio lo más reducido posible que nos obligará a activar nuestra imaginación.
Pero el bikepacking va mucho más allá. Es tener espíritu aventurero, pues a lo largo de nuestra aventura deberemos depender de nosotros mismos y de nuestra habilidades para salir adelante. Es querer conocer y explorar nuevos mundos, teniendo un contacto cercano con mucha gente que dista mucho de la burbuja en la que vivimos en el día a día.
Es también conocerse a uno mismo y ampliar nuestros límites, ya que estaremos totalmente fuera de nuestra zona de confort. Y, cómo no, es sostenibilidad y concienciación, pues al mismo tiempo que viajamos sin generar ningún tipo de contaminación aprendemos lo frágil y maravilloso que es el mundo natural y que realmente valen la pena los esfuerzos por protegerlo.
¿Qué necesitamos para nuestra aventura bikepacking?
Las ganas de explorar y la ilusión por conocer nuevas regiones o países son imprescindibles, pero sólo con ello no conseguiremos nuestro objetivo. A la hora de lanzarse a este reto hemos elegido cuatro puntos que creemos que son indispensables:
1. Una bici cómoda y resistente. Si hay algo que no tiene ninguna importancia en el bikepacking es la velocidad, ya que precisamente estamos hablando de una actividad basada en el disfrute del propio camino recorrido. Por ello, nos interesará conseguir una bicicleta que sea lo más cómoda posible y que nos permita estar encima del sillín muchas horas seguidas. Además, en este sentido también saldremos ganando si disponemos de un par de ruedas anchas y con un buen relieve.

Por supuesto, todo dependerá de la ruta que hayamos escogido y del lugar al que nos dirijamos, pero lo más seguro es que la mayoría de los caminos no estén asfaltados y necesitemos agarre, confort y no estar preocupados a cada minuto por evitar pinchazos o averías (aunque es casi inevitable que en algún momentos tengamos que enfrentarnos con alguna). Por este motivo, una bicicleta de montaña o, como mucho, una de gravel serán las mejores opciones.
También consideramos importante indicar que no es necesario en absoluto gastarse miles de euros en una bici espectacular y tecnológicamente avanzada. Una de segunda mano bien cuidada que encontremos en nuestra tienda habitual y con una buena puesta a punto nos llevará al otro punto del continente si queremos.
2. Una buena combinación de bolsas y bultos. La cantidad de espacio del que disponemos en nuestra bici y de peso que podemos ponerle encima es limitada, lo que nos obligará a elegir muy bien lo que necesitamos llevar.
Lo más habitual consistirá en colocar un gran bulto delantero en el manillar con nuestra tienda o nuestra ropa, otro un poco más pequeño en la parte trasera del sillín que haga de contrapeso con lo que no transportemos en la parte delantera y una o dos bolsas en la parte superior del cuadro (tanto por arriba como por dentro) en las que encajaremos el resto de nuestro equipaje.

En ciertas ocasiones (y según la ruta que hayamos planeado y los días que vayamos a estar fuera) nos interesará también instalar unas alforjas sobre la rueda trasera, aunque esto hará nuestra bici menos manejable por los terrenos más complicados.
Las bicis más actuales incluyen un gran número de anclajes a lo largo de toda su estructura para instalarle todo tipo de añadidos, pero nuestro viejo amigo el velcro hará que muchos de ellos no sean necesarios. Lo bueno que tiene este frente a los anclajes es que, si bien es “menos seguro”, permite adaptar la organización de los bultos como más nos interese y nos ofrece una mayor disponibilidad de bolsas en el mercado.
Hay mucha gente que lleva también mochilas a su espalda, aunque no son realmente cómodas para pedalear muchas horas y se recomiendan solamente cuando se necesite llevar algún instrumento tecnológico frágil como cámaras de fotos o similares. En caso de que se vaya a llevar, sería buena idea que tuviese un sistema de hidratación.
3. Instrumentos de navegación y mapas. Aunque siempre está bien tener en la cabeza las zonas más importantes del recorrido por lo que pueda pasar, se hace imprescindible disponer de algún instrumento de navegación que nos ayude a elegir caminos o senderos o a encontrarnos cuando no sepamos bien dónde estamos.

En este sentido, podemos elegir entre un navegador especial con GPS para bicicleta (como un Garmin o un Polar) o simplemente nuestro propio móvil. El primero destaca por tener una batería mucho más amplia que nos puede durar muchos días, algo que casi es obligatorio cuando estamos fuera de ciudades y pueblos y no sabemos cuándo encontraremos una toma de corriente; por su parte, el segundo es mucho más visual y sencillo de manejar, y nos ayudará más cuando queramos conocer zonas que estén lejos del punto en el que nos encontramos.
Será obligatorio llevar siempre pilas/baterías/cargadores USB portátiles de recambio para no quedarse tirado en ningún momento, pero por si todo esto fallase, nunca está de más incluir también en nuestro equipaje un mapa en papel con los puntos de ruta más importantes marcados.
4. Agua. Mucha agua. Podemos estar algún tiempo sin comer, pero no sin beber, y según la estación y el lugar del mundo en el que nos encontremos, las temperaturas y la humedad pueden llegar a ser muy altas. Por ello, habrá que llevar siempre un buen número de bidones (aparte de las dos zonas típicas en el cuadro se pueden instalar también bajo los pedales e incluso en la horquilla) y, si es necesario, dejar algo en casa para hacer un poco más de sitio para ellos.
Dependiendo de por dónde vaya a transcurrir nuestro viaje, también nos interesará llevar con nosotros algún instrumento de filtrado que nos dé la oportunidad de recoger agua en los diferentes acuíferos con los que nos cruzaremos a lo largo del recorrido.
La naturaleza espera a nuestra bici

Para los más aventureros, hay algunas webs especializadas en bikepacking en las que se incluyen rutas por diferentes países que llegan a durar incluso tres semanas y que tienen miles de metros de desnivel por etapa. Sin ir más lejos, en España existen varios recorridos en Andalucía o en la zona de Asturias/León/Cantabria que harán que no necesitemos irnos muy lejos para vivir experiencias espectaculares.
Para los demás, no hace falta viajar cientos de kilómetros para disfrutar de nuestra bici y de la naturaleza. Seguramente en un radio no muy grande desde las poblaciones en las que vivimos todos tenemos ríos, colinas o bosques que, aunque sólo sea durante un fin de semana, nos permitirán disfrutar de vivencias únicas e inolvidables.